sábado, 22 de marzo de 2008

Ahora tengo 10 años

Esa imperturbable noche dejamos caer uno a uno nuestras mojigatas vestimentas y sucumbimos al infausto juego del placer, y solo después de ello, con ella en mi pecho y mi mirada pérdida en algún rincón de su techo, pude agradecer las artimañas que Gustavo se valía para seducir hasta a las más inexpugnables tías.
Mi nombre es Wilmer. Ahora tengo 10 años, pero alguna vez tuve 30. Mi vida transcurrió de la forma más tranquila y llevadera hasta que tuve 30 años, edad en la que tuve un trágico accidente en el que no sé qué se hizo mi ser. Aún no sé si soy un fantasma, una encarnación, un sueño, o simplemente una pendejada de mi inconsciente, pero estoy aquí sentando en la falda de un cerro de Carampoma, arrebujado y más despejado que antes. He comenzado a admitir que ésta es una nueva oportunidad y mientras esté aquí, pienso disfrutar al máximo con mis experiencias vividas, las experiencias que no viví. Suelto de pies y sonrisa ensanchada me encuentro desparramado en los pastizales de una vieja montaña, en un atardecer ligero con brisas de mañana. Tengo debajo del abdomen una revista prohibida y miles de centavos en el bolsillo. Escribo como un idiota, sin parar, pensando utilizar como pruebas estos escritos de que he vuelto a la vida reencarnado en el Wilmer de 9 años.

Yo solo desperté y estaba ahí, encubierto con una frazada encima, solo en la oscuridad de la mañana, sin nadie a mi lado ni a mi alrededor. Mi cabeza y mis pies aun adormecidos y mi cuerpo empequeñecido a la mitad. Corro hacia el baño, empujo la puerta y me miró en el espejo, me sorprendo de estar como estoy, me sorprendo de seguir vivo, me sorprendo de haber corrido hacia el baño en la dirección correcta. El hálito de mi aliento, tenue y pueril, sabe a niñez y mis ojos entremetidos se pierden en el espejo. ¿Cómo puedo ser yo si estaba muerto? ¿Dónde está Ana, mi esposa? Acabábamos de casarnos. La conocí en el cafetín de un hospital de la manera menos deliberada, conversamos largo rato e intercambiamos teléfonos. Pronto salimos durante mucho tiempo, ninguno de los dos estábamos interesados en ir de prisa así que luego de un mes de salidas le di el primer y eterno beso. Nos casamos a los 4 meses de novios y nos fuimos a vivir a una casa que compramos en Chorrillos. Ella trabajaba en la empresa de su padre y yo había instalado una fábrica de relojes y accesorios en Chorrillos, cerca de nuestra casa. Un día de invierno salimos a la casa de su padre, en Los Olivos. Yo manejaba el auto Toyota crema que siempre quise, a lado estaba mi esposa callada con la mirada fresca. Giré sin retorno a verla y no pude salir de su espacio, su mirada hipócrita escondía algo. No pude evitar recordar esa mirada en Celestina una enamorada que me engañó de la peor manera con un amigo que teníamos en común. En fin, esas cosas yo las creía superadas, pero el zigzagueo de un asunto descubierto me hacía recordar cuando Celestina no pudo negarme que se había revolcado con el imbécil de Pedro. Pero ahora era ella, era Ana la que estaba sentada a mi lado, con el rostro impávido y los ojos zigzagueantes. Sus ojos infaustos estaban exhaustos de permanecer callados y mientras absorto presenciaba la ironía de la vida, percibí el grito de horror más funesto de mis 30 años de aciaga existencia. Atemorizado de la verdad, no me causaba más miedo a la muerte que el hecho de ser traicionado por la mujer a la que jure amor públicamente y ante Dios. Solo giré la cabeza como parte del protocolo de la muerte para, efectivamente, corroborar que estábamos de caras al final.

Despierto ahora. Luego del accidente, mi cuerpo está más ligero, con unas ampollas en los pies, propio de esos años que odiaba los zapatos, me desnudo frente al espejo y no puedo evitar reírme de mí mismo. Inevitablemente mi mente vuelve al pasado (cuando tenía 30) y comienzo a preguntarme qué pasó realmente. Después del accidente nos debieron haber llevado a un hospital y corroborado nuestra defunción, pero qué me aseguraba de que los dos estábamos muertos. Ana podía seguir viva en algún recodo del tiempo y del espacio. Qué pasaría con mi empresa, con mis amigos, con mi amor hacia Ana. Recuerdo los detalles del accidente y me preguntó ¿Por qué los inefables recuerdos de la mierda de Celestina tuvieron que obnubilar mi amor por Ana? Ella nunca me sería infiel, pero qué eran esos ojos, esa mirada evasiva y furtiva. Debería ir a un psicólogo. Quién me creería de que soy un adulto que a pocas horas de morir se ha reencarnado en su yo de 9 años. El mentecato psicólogo aduciría problemas con mis padres, o sobreexposición a películas surrealistas. Carajo, nadie entendería de que estas cosas ya las he vivido.

Ahora tengo 10 años, un año viviendo lo vivido, haciendo las cosas de la manera más distinta y extemporánea en un acto de rebeldía que nunca podré explicar ni en mis más extraños momentos de divagación. Ahora, como lo dije, estoy en Carampoma, la tierra que vio nacer la belleza indescriptible de mi madre, sus encantos furibundos y su carácter poco sobrio. Ella aún está conversando con su madrina en su casa, mientras yo, en un dominio admirable, estoy solo, con unas revistas bajo el vientre, el lápiz tenso y el alma en un hilo de recordar todas las mariconadas que la vida me deparó en mis otros 30 años. Recuerdo mi primer encuentro amatorio con Keelen, mi prima, a los 10 años en su habitación, mientras todos conversaban y veían tv en la sala. Nadie se podía imaginar que la precocidad se escribía con “w” aunque en realidad haya sido víctima de la más vil seducción de una atrevida nínfula de 15 años. Recuerdo, también, la vez en que me quedé a dormir en la casa de mi novia, Sofía. Tiempos en los que sus padres viajaron y su tía, con la que la habían dejado encargada, cayó en los horrendos juegos de seducción de Gustavo, un entrañable amigo de la universidad. Esa imperturbable noche dejamos caer uno a uno nuestras mojigatas vestimentas y sucumbimos al infausto juego del placer, y solo después de ello, con ella en mi pecho y mi mirada pérdida en algún rincón de su techo, pude agradecer las artimañas que Gustavo se valía para seducir hasta a las más inexpugnables tías.

Bajo de las colinas escoltado por unos caballos montados por unos campesinos quechuahablantes. Mi madre me mira absorta, preguntándose dónde diantres aprendí quechua.

-Lo aprendí cuando tenía 26 años, viejita- le afirmé con sarcasmo, sabiendo que me miraría con sus ojos tiernos y me empujaría mi cabeza hacia su vientre, que aún es lozano y firme.

Durante la cena empiezo a seccionar mis 30 pasados años en etapas. Mi niñez, mi mocedad, mi autoconocimiento, mi adultez y mi extraña madurez. Aunque aun siga pensando en la certidumbre de ese aforismo “Definitivamente envejezco sin madurar”. De todas ellas la que me más me trae recuerdos es mi adultez, cuando empiezo a darme cuenta de lo relevante que soy para el mundo y al mismo tiempo, lo intrascendente que somos a veces. Recuerdo mi primer trabajo calificado, en la empresa de uno de mis suegros así como la vez en que mi sueño de publicar un libro se hizo realidad. La historia era más o menos fofa y ridícula, pero en cada uno de sus páginas se encontraba mis más grandes temores y fantasmas, mis más grandes sueños y conflictos, y la quimera torpe de un futuro mejor. A pesar de que muchos lo leyeron, así como el blog que cultivé con entusiasmo desde los 21 años, me quedé con la irrisoria idea de que era un desperdicio de tiempo y recursos, aunque, valgan verdades, el sentimiento de liberación, tranquilidad y paz interior hayan sido uno de los valores rescatables de ese libro.

Ahora a los 10 años, empiezo a entender mejor la lógica que mueve al mundo –este y todos los mundos-. Todos estamos aquí por algo, con un valor trascendente que habita en nuestros corazones, con un ideal de un futuro mejor, con amor y paz, con esfuerzo y sacrificio, con fuerzas que empujan hacia el bien común, el bien de todos, de los nuestros, de los suyos. Todos en búsqueda de algo que nos atormenta y nos enajena, con el sólo fin de sentirnos mejor. Algunos recurrirán a los apegos materiales y placenteros, otros a los espirituales y trascendentales. Yo creo, con un ápice de seriedad, que cada quién encuentra el camino a la verdad en algún momento de su vida, ya sea cuando tenga 30 o cuando tenga 10, no importa la edad, lo que importa es cuanto estemos dispuestos a creer.

Sentado en el ómnibus, sabiendo que en escasas 4 horas, pasando por San Pedro de Casta y Huinco, estaré en casa, con mis hermanos y mi papá en la rojiza mesa redonda comiendo un festín de pocas castas. En las próximas horas estaré sentado en las manidas carpetas del “San Antonio de Abad” alzando la mano al llamado de la dirección de que mi padre ha venido a buscarme. Ahora que la jodida vida me ha devuelto la oportunidad, le diré que lo quiero mucho aunque años atrás haya vivido solo, en la eternidad de mi madre, y que en otro tiempo y espacio le haya sido parco, fruto de las pocas coincidencias. Dentro de unas horas estaré acomodado en la habitación de Keelen, a la espera de su eminente ingreso con carros, muñecas y juguetes que nunca utilizaremos pero que tanta alegría nos trae.

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martes, 18 de marzo de 2008

Un tema del verano

No puedo creerlo, hasta en las discotecas tengo que escuchar esa irrisoria melodía que luego de acabada, aun suena en mi cabeza, renuente a desaparecer como si no bastara con escucharla en la radio y en la tv. No sé el porqué de mi aberración hacia esa melodía, pero creo que se funde en el orgullo nacionalista que atenta sobre nuestra ingeniosidad e inventiva para copiar, de la manera más grotesca y sin vergüenza, una propaganda gaucha que para sorpresa de todos es idéntica a la acá publicitada. Si movemos la ficha de la marca CTI y ponemos Claro, estaremos frente a nuestras televisiones cantando sonrojados un tema traído de otro lugar, creado para otro público objetivo con costumbres y motivaciones distintas a las de nosotros.

Desparpajos aparte, el tema del verano ya es una caricatura presentada y posicionada de qué manera en nuestras mentes. Y para demostrar esto, no puedo creer, y me muero de vergüenza, recordar estar bailando con una chica en una discoteca de Barranco cuando el sonido edulcorante de una melodía tan detestable se introduce en mis cándidos oídos dispuestos a poseer mi cuerpo con un baile que no conozco, con una sonrisa hipócrita de que la estoy pasando bien, cuando por dentro reniego de estar bailando como idiota un tema del verano que odio por ser parte de nuestra cultura copista y alienada. Pero… disculpen ¿Quién más alienado que yo? –y me adelanto a sus reclamos, objeciones y sometimientos- Yo sé que adulo al rock noventero y sus precursores como Pearl Jam, Soundgarden, Stone Temple Pilots (todos ellos from USA), pero en el caso de un tema del verano, que éste se filtre de la manera más disimulada bajo una publicidad que dice Punchi! Punchi!, es cosa distinta. Siquiera en el caso del rock alternativo es bien conocido el origen yanqui de sus signatarios pero en el caso de un tema del verano me parece un engaña muchachos.

Finalmente, si hay algo que rescatar de este trillado tema es las participaciones como la de la quebradísima modelo a la que todos voltean a ver, y algunas rostros cómicos que tienen mucha más gracia que los originales argentinos. De todas maneras, les dejo este video para que puedan ver el comercial gaucho y sus representantes:

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Conversación en la catedral (acerca del Voto Facultativo)

Me tomé la libertad de nombrar esta entrada como una de sus memorables obras “Conversación en la catedral”, dónde aparece la figura recordada de Zavalita y la elocuente frase ¿En qué momento se jodió el Perú, Zavalita?

-Yo pienso que deberían votar los que quieren votar, como en Estados Unidos. Por qué la obligación como si fuéramos unos niños a quién hay que decirles las cosas- asintió William

-¿Tú votarías si fuera así?- preguntó Beno

-Si tuviese tiempo y estuviese al tanto, claro que lo haría, pero si no para qué-

-¿No crees que sería el pretexto ideal para que la gente se aleje de la política y deje hacer que los políticos hagan lo que les viene en gana con nosotros?- Magnífico Beno

"Ideas igual de tronadas (como el amigo Ricardo) hacen que el país debata en temas intrascendentes que esconden, tras su sencillez y eufemismo, un lúgubre interés purulento por acechar un sistema que poco tiene de maduro y a un país que mal le vendría optar por educarse o no."

Esta entrada la puedes ver completa en http://www.depurokurda.wordpress.com/ nuevo espacio para el reniego, la denuncia onírica y la insatisfecha crítica.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Mil novecientos noventa y ocho (1998)

Al estilo de James Blunt con su 1973 quiero recordar con algo más que nostalgia el año 1998. Mi escurridizo y aun mal formado amor comenzó a manifestarse a finales del año donde su rostro divino, su mirada dulce y su presencia tocada por la gracia divina comenzaron a abrumarme de sobremanera ¿Su nombre? (Ya parece una canción). Caso remoto y aparte, era el gran atractivo de la profesora Lida Jiménez, yo creo que sin ella nunca hubiera gustado la matemática, yo creo que sin ella el estudio hubiera pasado a un último plano, pero su presencia sobrenatural y escogida la elevaba al grado más grande de belleza y encanto que un alumno puede admirar de su profesora.

Diez años atrás, tenía 12 años, era un ñañito, un mocosito, un chamaco, un chibolito. Me encontraba entre la puerilidad y la adolescencia, en el puente o brecha que cruzamos algún día todos los niños. Recuerdo ese tiempo con algo de lucidez, al menos ahora, que conseguí de la manera más grotesca -pero con buenas intenciones- un video del viaje de la promoción que no integré físicamente pero que siempre estuvo latente en mi pensamiento y en mis experiencias con una gratitud y añoranza que se negaba a quedar olvidada. Ese DVD me remonta a aquellos tiempos en un colegio de pocas castas y mucha camaradería, con grandes amigos y pocos de lo otro. Iniciaba la secundaria en un colegio distinto, era un gran cambio: ingresaba a la temida secundaria, donde los chicos y chicas no se odiaban a muerte planeando venganza en algún reducto de los salones de primaria, sino, algo totalmente distinto donde los polos opuestos se atraían, conversaban interminablemente en los pasillos, y sonreían y se saludaban como en una especie de coalición entre la guerras de sexo de antaño. Por otro lado, recordar que el signatario, era el tipo más medroso y pusilánime que se haya conocido. En ese año entendí por primera vez que los besos no estaban prohibidos, o al menos no, si se hacía con prudencia en las esquinas de los salones, detrás del patio central o debajo de las escaleras en el intermedio de las clases. Fueron tres años grandiosos en esos trillados muros azules que resguardaban el portentoso único colegio estatal de Pro.

Ayer tomé “prestado” de la casa de mi pintoresco amigo Juan, el codiciado DVD del viaje de promoción al exclusivísimo Huaraz, y en algo de 3 horas no pude evitar hacer un flash back que continué ya acostado en la cama. Cómo olvidar el primer año de secundaria, cómo olvidar aquellos años, cómo olvidar aquellas personas. Al margen de mi compadre Juan, que a menudo lo veo, todos los compañeros que ahí conocí tienen un lugar reservado convirtiendo ese espacio el único en mi mente en aquellos memorables años de mi mocedad. Ahí estaba Wendy, la chiquita tierna y dulce que se sentaba delante de toda la clase con su sonrisa estallante y su comportamiento palaciego que años más tarde se hizo la entrañable amiga que siempre será. Aunque ahora esté algo más desenfadada y provocativa, propia de los años, yo la sigo viendo como esa chiquilla linda de los primeros años de secundaria.

Recuerdo mis rubores de niño prematuro cuando la veía pasar, cuando escuchaba su voz tranquilizadora decir presente, cuando me invitaba seductoramente a jugar vóley.

En algún lugar de este globo terráqueo debe encontrarse extraviada, quizá mi primer sueño de colegio, la señorita que invadió mis pensamientos y descubrió el hombre cortejador que habitaba escondido en mí. Recuerdo mis rubores de niño prematuro cuando la veía pasar, cuando escuchaba su voz tranquilizadora decir presente, cuando me invitaba seductoramente a jugar vóley. Ahora me río y me avergüenzo de haberme escabullido y evitado de aquellos juegos plásticos que escondían, quizá (Dios quiera), un bosquejo de amor juvenil. Mi escurridizo y aun mal formado amor comenzó a manifestarse a finales del año donde su rostro divino, su mirada dulce y su presencia tocada por la gracia divina comenzaron a abrumarme de sobremanera, sospechando su inexorable partida. En ese momento donde ya todos nos dejaríamos de ver por espacio de unos meses (vacacciones)- y por lo tanto no importaba ventilar algunas dizques vanas atracciones- me di con la terrible sorpresa de que yo no era el único que idolatraba la ubicua belleza de Carmen Rosa. Otros compañeritos compartían el gusto por mi bien amada. Su nombre quedará grabado por los inimaginables rincones de mi cerebro adolescente como el recuerdo más hermoso de primero de secundaria. Ahora me encuentro algo ansioso ya que a pesar que C.R. nunca apareció en el video de promoción, su recuerdo que estuvo almacenado por diez años brotó como un maretazo que desplegó más de cinco líneas para describir su lindura.

Todo ese año fue abismalmente opuesto a las candorosas clases de primaria, con chapes escandalosos de verano, apretones de mano debajo de la carpeta, abrazos bien y malintencionados, bruscos cambios de temperamento en las chicas y el comportamiento seductor que llevamos adentro que salía a flote, sorprendiéndonos a nosotros mismos. Aquellos tiempos donde la virilidad se medía por cuantos más besos en las mejillas dabas, por cuanto más amigas presentabas, por cuantas más bellas señoritas saludabas. Eran tiempos muy críticos para todos, con los cambios físicos y hormonales, que a algunos les afectaba más que a otros, y dónde por ahí se asomaba las bien amadas curvas de las compañeras y su desarrollo integral. Sin embargo, caso remoto y aparte, era el gran atractivo de la profesora Lida Jiménez, profesora de matemáticas, yo creo que sin ella nunca hubiera gustado la matemática, yo creo que sin ella el estudio hubiera pasado a un segundo plano, pero su presencia sobrenatural y escogida la elevaba al grado más grande de belleza y encanto que un alumno puede admirar de su profesora. Había otra profesora poco menos bella que mi Lida, pero nadie como ella que hizo que mis extraños trazos de números pasaran a participar en un concurso de matemática. A ella le agradezco muchas cosas. Donde esté, también, espero que haya dado una magnifica prueba el domingo aunque eso venga en vano cuando de mi profesora Lida Jiménez se trata.

Son diez años los que han pasado y uno se resiste a creer que sea tanto; es la vida de un niño, son dos malsanos gobiernos, es un insufrible tiempo que ya pasó y que no volverá, pero ahí quedan los buenos recuerdos, como los antes descritos. Chiquillo, baboso y tímido; así era yo, aunque después de diez años poco haya sido lo que he cambiado. Quiero terminar con la trillada frase “recordar es volver a vivir” invitándolos a compartir sus huestes adolescentes, y a recordar, como yo, sus amores e idilios de ese entonces. Buena suerte, aunque el tiempo ya esté echado.

[Tras su reciente concierto en Lima, decidí agregar esta canción de la banda post-grunge Collective Soul con la canción emblemática que lleva por nombre “Shine”, muy buena la letra]

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domingo, 9 de marzo de 2008

Día interplanetario de la M-U-J-E-R

Solo por este día intentaré comprenderlas, aunque de antemano, sepa lo infructuoso y vanidoso de mi cometido.

El día de ayer, 8 de marzo, se celebró mundialmente el día de la mujer. Ese ser sacado de nuestras entrañas, que a través de la historia desbarataron el orgullo, los prejuicios y la virilidad de los hombres. Hombres y sus comunes, han sucumbido al remedio insustituible de una mujer, bajo la forma del placer y la seducción, y en remotas ocasiones bajo la extraña forma del amor. Ese lazo que nos une o principia la relación con una mujer, resulta meramente efímero cuando das cuenta de lo que has perdido o has ganado, cuando el control de ti mismo está a la deriva, cuando tu mundo se ha reducido al impalpable juego de palabras con que te rindes a sus pies, cuando el olor obsecuente de su cabello susurra tu pedestre pecho desnudo, solo en ese momento te das cuenta que has perdido el sentido de la realidad, que estas pero no estás, que todas las barreras infranqueables han sido derribadas, que el muro que ostentas al mundo exterior resulta ser un portón endeble que se desliza ante la presencia indómita y ubicua de una mujer.

Todo esto, aparte de ser tan inteligentes, les merece una congratulación por su día. Feliz día, aunque aún siga pensando, con los brazos en la nuca, tirado en mi cama; qué significa esa mirada, ese susurro, ese juego de cejas acompañadas de furibundos apretones de mano, ese remanente de decoro en medio de esos fatigosos arañones en la espalda. Solo por este día intentaré comprenderlas, aunque de antemano, a priori, sepa lo infructuoso y vanidoso de mi cometido.

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miércoles, 5 de marzo de 2008

Cosas de Blogs

Quiero separar la paja del trigo y es por esto que me he acostado con una nueva anfitriona.La conocía desde hace bastante tiempo y pronto tuve la sensación de que tenía que tener algo con ella.Entonces conversé con ella, tardamos algo de media hora conociéndonos y luego de esto, por mutuo acuerdo concebimos a mi segundo hijo.Lo educaré para que éste sea el amargado hasta el tuétano, crítico como un limón, y más incisivo que un sabueso salvaje.

En la blogosfera existen miles, millones, infinidad de blogs. Algunos perduran, otros desaparecen. La idea del blog es postear indefinidamente por espacio de 2 veces por semana. En mi caso creo que hay meses en los que posteo más que otros, y eso se debe a mi poca disciplina. El escribir no tiene horarios, nadie te paga para que escribas, ni mucho menos tus padres te obligan a hacerlo, así que es muy fácil caer en el devenir de la desidia y la flojera. Muchas veces, los lunes en vez de sentarme a escribir algo, he preferido sentarme en el sillón a ver alguna película o largarme a jugar partido (olvidando algún compromiso, disculpa Karina por no ir a tu cumple) o salir con mis memorables y nunca olvidados amigos de mi promo sin hora fija de llegada. El problema es pues, eso, la disciplina de escribir. Todos pasamos por lo mismo, desde los más prosaicos bloggers, como yo, hasta los más rankeados, como R. Cisneros. Uno se pregunta en qué momento postearán algo. Revisas y no encuentras nada, además de algún eventual comentario incisivo y procaz en el último post. Por mi parte quiero comprometerme a escribir todos los lunes en este, mi hijo, que es “A punto de”. Este blog nació como jugando, y ya llevo más de 6 meses escribiendo y desnudándome frente a ustedes. Mi niño que llevo guiando y afinando en el vergonzoso mundo de la blogosfera tiene un tiempo siniestro que me ha llevado a pensar en que debe adoptar solo una temática. Este blog tiene algo de cosas mías, mis experiencias pasajeras, mis fortuitas reacciones a una circunstancia determinada, mis opiniones coléricas y viscerales, y algo de mi corazón enamorado de la narrativa. Quiero separar la paja del trigo y es por esto que me he acostado con una nueva anfitriona. Esta, la encuentro, más atractiva, escandalosamente rebelde y colérica, como yo. La conocía desde hace bastante tiempo y pronto tuve la sensación de que tenía que tener algo con ella. Fue entonces cuando me decidí a conocerla más a fondo y pensar en mi entonces unigénito. Sucedía algo con mi hijo, era muy alocado a veces, otras veces tenía a comportarse muy viejo y colérico, y otras muy adolescente y hasta pueril. Entonces conversé con ella, tardamos algo de media hora conociéndonos y luego de esto, por mutuo acuerdo concebimos a mi segundo hijo. Este ya nació, tiene 2 días de nacido y es distinto a su hermano mayor. Lo educaré para que éste sea el amargado hasta el tuétano, crítico como un limón, y más incisivo que un sabueso salvaje. Mientras que el primogénito se comporte más adolescente y menos puritano.

Mi primer hijo conservará la temática como el post “Yo, el Mundano” que tanto me gustó y divirtió hacerlo, mientras que mi nuevo hijo será del tipo “Estamos bloqueados”. Mi nuevo hijo tiene el nombre bohemio de su padre. “De puro Kurda” es su nombre y estoy tan entusiasmado con él como con su pronta composición. El nombre hace alusión, a las opiniones poco serias y agrias sobre cuestiones políticas y quehaceres sociales, que están vertidas de ese amargo sabor que te deja una resaca y que te hacen recordar que a veces bebemos “De puro kurda”, de puros borrachos y alegrones. Es en ese sentido, que quiero poner en juego a mis dos hijos a los que pienso educar y guiar por las sendas del pudor, por el lado de “A punto de”, y “De puro Kurda” por las sendas del bien. Disculpen mis pretensiones, pero en algunos casos suelo ser demasiado espontaneo y desatinado, solo espero cumplir con mi promesa de guiarlos hasta que tenga la edad para hacerlo lúcidamente. Hasta entonces, solo yo estaré detrás de sus acciones.

Por otro lado, quiero expresar mis más grandes muestras de pena por el anuncio de la desaparición del “Busconovia” de R. Cisneros, y es que no siempre vamos a estar solteros. Este post, quiere agradecer histriónicamente los ratos de comicidad inteligente y estúpida de Cisneros en sus post que acostumbraba a colgar en el viejo y trillado “Busconovia”. Por algo no fue elegido el blog más visitado en el 2007, con un promedio de 1000 comentarios por post. Dios mío, cuando tendré semejante acogida, yo, con mis más candorosos post. Con todo esto, he aprendido cual es la clave para el éxito de un blog. Mientras más sórdido e impúdico sea, mejor. Y eso intento hacer con “A punto de”. Claramente será el espacio para mi Yo libertino. Esperemos que este cisma sea bien recibido, lo deseo de todo corazón.

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