martes, 26 de febrero de 2008

Estamos bloqueados

Todos, en algún momento, nos hemos encontrado ante personas que están salpicadas de ese chauvinismo inconsciente y paranoico de que el Perú será absorbido por alguna potencia poco a poco, mientras la inversión extranjera se enraíce más en nuestra sociedad y llegado un momento seamos gobernados por gringos, o peor aún por rotos. Y, pensando de esa manera, me es más fácil entender como nuestros cuzqueños puedan caer blanditos a esas instigaciones que pregonan la idea de que en pleno Macchupicchu uno se pueda comer una McCombo Big Mac.

Existen, el día de hoy, ideas expuestas al más anacronismo sesentero. En sí, la frase anacronismo sesentero, que se me acaba de ocurrir ahora, son las ideas que se vivían en los sesenta que ya, en aquellos tiempos, eran pensamientos desfasados y trillados. Sabemos que el absolutismo como medio de gobernación es muy anterior a los sesenta y que en el Perú, y en Latinoamérica, se necesitó, luego de ser independientes del dominio virreinal de España, experimentar que ese modelo traía corrupción y vulneración de los derechos fundamentales de la persona, asignando todo el poder político a una persona sin control ni medida de nadie. En aquellos tiempos, donde la referencia más ubicua era la revolución cubana, los ánimos violentistas y de medias extremas y radicales se tornó algo así como la panacea al mundo dispar e injusto que por entonces habitaba. Esa forma de pensar y sobretodo de actuar se salpicó rápidamente en las distintas mentes promiscuas de injusticia que buscaban algún cambio de por sí beneficioso para las clases.

Ideas comunistas, anarquistas o rojas son vestigios que aún perduran y que se evidencian en circunstancias o personajes inquietantes, por así decirlos. Muy aparte de los remanentes terroristas que hace unos meses ocupaban las primeras planas de los diarios locales con imágenes sangrientas, las acciones disfrazadas de paros y paralizaciones tienen mucho que ver con el sentido comunista de años atrás. El bloquear carreteras, el hacer uso de la violencia y la prepotencia no es sino una forma radical de actuar, sin aceptar algún tipo de negociación, ni mediar la razón. No crean que soy un estúpido caviar que defiende fundamentalistamente el gobierno que en sus verdaderas jurisdicciones y a través de sus distintos organismos gozan de una increíble pasividad y hasta desidia. Eso es cierto, y se podría decir, muy cierto. Pero de ahí a bloquear carreteras, movilizar gente violentamente, azuzar a la población distorsionando la información, exacerbar los ánimos chauvinistas de un modo intolerable es un acto delictivo para el desarrollo y la imagen de un país que avanza como pocos entienden. Los últimos días hemos presenciado paros que en cuestión de segundos se convirtieron en bloqueos de carreteras y que a través de este medio violentista hayan perecido cuatro personas es ya un hecho nefasto. Y más nefasto y desubicado lo del presidente de la república, con su retórica eufemística que todo lo convence, justificando de alguna manera los hechos policiales. Es algo así como decir “Eso les ocurrirá a todos los que osen comportarse belicosamente”. Nada más majadero que eso. Deberían vacarlo por incapacidad intelectual. En fin, y un día después de estos hechos, como planificado por unos o por otros, lo que sucede en el Cuzco. Aún no he tenido la oportunidad de estar en el Cuzco, pero nunca me gustaría estar a unos pasos de distancia de Macchupicchu y luego ver truncado mi intento por una movilización absurda que, al parecer, no comprendieron cuál era el verdadero mensaje. Hablamos de la forma maliciosa como se transmitió la información por quien sabe quién, acerca de la ley de Promoción del Desarrollo Sostenible de Servicios Turísticos, que permite la construcción de hoteles y restaurantes en zonas aledañas a sitios históricos que son patrimonio cultural de la nación. Sabemos que se dijo mucho y exagerado, que se pintó de privatizadora y neoliberal la idea y que en cierto sentido, se desfiguró de la peor manera. Todos, en algún momento, nos hemos encontrado ante personas que están salpicadas de ese chauvinismo inconsciente y paranoico de que el Perú será absorbido por alguna potencia poco a poco, mientras la inversión extranjera se enraíce más en nuestra sociedad y llegado un momento seamos gobernados por gringos, o peor aún por rotos. En cada conversación, sobre todo con señores de costumbres criollas y poco leídas, se habla de esa opción demoniaca y angustiosa. En realidad es recurrente escuchar esos comentarios. Y, pensando de esa manera, me es más fácil entender como nuestros cuzqueños puedan caer blanditos a esas instigaciones que pregonan la idea de que en pleno Macchupicchu uno se pueda comer una McCombo Big Mac.

Y hablábamos de esas ideas y facciones sesgadas hacia la intolerancia y de llevar las cosas de modo brutal con medidas extremistas de resultados mediocres y malsanos. Una vez que las vías de conversación se han terminado es necesario reevaluar la propuesta y ganar la batalla con ideas. Es en vano, y hasta contraproducente, optar por la vía violentista que nos acerca al canibalismo más pueril que nos podamos imaginar. Miles de turistas quedaron bloqueados, miles de extranjeros desprotegidos y atrapados en un país que no es el suyo, pero que de alguna forma concebían como una buena y saludable alternativa de viaje, o vacaciones. Miles de ingresos han sido perdidos siendo los más perjudicados los mismos cuzqueños: las artesanías, los hoteles, los restaurantes. Toda ley siempre tiene un minúsculo porcentaje de error. Muchas veces ese pequeño porcentaje no radica en el contenido de la misma, sino en la forma de cómo se comunica. Evitemos estos grandes malentendidos comunicando bien a la sociedad acerca de los alcances y restricciones de una ley, y más aún en sectores claves para el desarrollo del país como es el turismo. Evitemos que gente bloqueada de razón tenga motivos para argumentar una postura radicalista que vaya en detrimento del bienestar de la población.

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jueves, 21 de febrero de 2008

No nos olvidemos de los Luchos

“Nuestra angustiosa experiencia se iba despojando de todo terror y se convirtió, por último, en lo mínimo a que puede reducirse una experiencia: a una fecha”

Hay frases sueltas que pretendo rescatar de una las pocas novelas de Julio Ramón Ribeyro: Crónica de San Gabriel. Como por ejemplo, cuando en la sierra norte ocurre un terremoto de grandes magnitudes: “Se hablaba de colectas públicas, del auxilio que prestaba la Cruz Roja, de aviones del ejército que lanzaban víveres y medicinas de voluntarios que se inscribían para ayudar a los damnificados. Al ocuparse de estos temas, los diarios empleaban un lenguaje que conmovía. Yo los leía emocionado y entre tantas declaraciones y prédicas de solidaridad, tenía la ilusión de que nuestro país no era un agregado de pueblos que se ignoraban y se recelaban, sino una perfecta patria herida del corazón. Nuestro duelo duraría, sin embargo, lo que dura una emoción”

Hoy, a aproximadamente seis meses del terremoto ocurrido en la costa sur, es poco lo que se habla y mucho de lo que se ignora. Es sorprendente que haya pasado medio año y poco haya sido lo que se ha avanzado. Si algo se ha avanzado es gracias al propio esfuerzo de los damnificados, la acción de diversas organizaciones sociales (perros del hortelano), y el sector privado, pero aún quedan zonas devastadas en escombros, pocas viviendas se han levantado, miles de personas se encuentran con infecciones estomacales y demás condiciones insalubres, y sin embargo las acciones realizadas por el gobierno, a través del Forsur y del mismo ministerio de vivienda, suscitan un esbozo de escepticismo y pesimismo. Lo que llama más a la indignación es, por supuesto, los casos de corrupción de parte de algunos funcionarios de media escala que aprovechan el momento para desvalijar la ayuda de todos, y por otro lado, la sinvergüencería proselitista de unos connacionales y de otros de muy lejos desde el país del petróleo absurdo con la estólida figura de Chávez. Inconcebible!

Siguiendo con el libro de Ribeyro, luego de haber sucedido algunos meses después del sismo, Lucho, protagonista de la novela, reflexiona acerca de la mencionada experiencia: “Nuestra angustiosa experiencia se iba despojando de todo terror y se convirtió, por último, en lo mínimo a que puede reducirse una experiencia: a una fecha”

Las mentes pisqueñas abrumadas de dolor y desconcierto es seguro que aún sigan estremeciéndose cuando escuchen algún sonido estridente. Totalmente distinto, las mentes poco conspicuas de los funcionarios de estado que se quitan un peso de encima creando un organismo más y aumentando con elocuencia la figura portentosa de ese animal paquidérmico que es nuestra burocracia. El Forsur es un animal lento y torpe, que fue creado para un fin determinado, pero que arrastra con el problema que suscita estas creaciones espontaneas: la institucionalidad. Un organismo creado como insulto a lo que hace Defensa Civil y el Ministerio de Vivienda, es, en definitiva, una cachetada a sus incompetencias y limitaciones.

Simplemente, esto no es justo, para un pueblo que con su cualidades exportadoras y emprendedoras no quiere otra cosa que mirar el futuro con algo más que esperanza. No nos olvidemos de los luchos que ven en sus situaciones una luz al final del túnel. Recordemos que las grandes ciudades se erigieron después de grandes desastres.

viernes, 15 de febrero de 2008

Venganza y amor

Sebastián de joven era un medroso de los que abundan en los hogares más tibios, escribía poemas y eso le convertía en una suerte de artista afeminado. Cuando cursaba la adolescencia le aterraba la idea de hacer el servicio militar, y cuando niño sus pesadillas eran invadidas siendo él reclutado a la fuerza por las batidas y los toques de queda que en ese entonces mortificaba el pensamiento tierno de todos los niños. Su vida en Perú la llevó de la manera más tranquila y llevadera. Sus padres lo criaron en una humilde casa en el Rímac. Ahí vivió apartado de los juegos y la interacción de los demás niños que lo tildaban de cabro. Su madre entendió que las juntas con esos niños solo influenciarían de forma negativa en su hijo así que durante las vacaciones lo mantenía alejado llevando cursos de pintura o escultura en el museo de arte.

Sebastián a sus 28 años, era un hombre delgado, de facciones toscas y ojos tristes, su estatura era más que regular y había adquirido una suerte de fortaleza individual luego de que por su viaje a Colombia fuera secuestrado por las guerrillas colombianas. Ahí vio la muerte susurrarle al oído, sintió el gélido sabor de un arma en su boca y recibió más golpe del que se hubiese visto en una película gore. Ese suceso cambió su vida por completo, concibiendo la única forma de amar como venganza. En Colombia, trabajando en un colegio de primaria, conoció a Carmen a la que amó en cuestión de semanas y para siempre. Quizá haya sido su primer amor, pero lo peligroso fue que la reconoció como la mujer de su vida. Compartían el almuerzo después de clases y pronto cayeron en el devenir del enamoramiento. A ella le gustaba todas las atenciones de Sebastián y más aun le parecía muy inteligente. Pero había un problema. Ella era casada y tenía una hija. La hija no le había ocultado a Sebastián, lo que si le había pasado desapercibido es que tenía un esposo que si no vivía con ella era porque este tenía algunos problemas con la policía. A pesar de que ella sabía que lo mejor para ella y para la niña era alejarse, no era nada fácil. El esposo era un hombre de relaciones mafiosas, y según se decía guardaba estrecha relación con las guerrillas colombianas que disfrazaban su perversión por las drogas con sus pensamientos revolucionarios. Sebastián había aparecido en un momento crucial, justo cuando su esposo había mandado una carta diciendo que había escapado de la cárcel y que pronto estaría de regreso con su familia y que se irían lejos, quizá a otro país. Carmen sentía miedo más que amor, y el solo hecho de pensar en su esposo y sus ideas desquiciadas, no la dejaban dormir. Cuando llegó la carta Sebastián se encontraba jugando con la niña y recibió el mensaje de parte de un mensajero quien no llevaba una cartera ni una bicicleta, ni una identificación, sino al contrario, éste no llevaba nada, había un carro parado al frente de la casa y llevaba una camisa tropical con unos jeans azules. La carta era del esposo quien estaba enterado de los amoríos con Sebastián. Mientras Carmen leía la carta no podía evitar reflejar su espasmo por lo escrito, Sebastián buscó la mirada de su amada, y sólo encontró terror y desconcierto. Estaba a punto de acercarse a ella cuando sonó un disparo en la puerta y el resto es historia. Sebastián no fue asesinado pero si sometido a las más crueles e infrahumanas torturas de unos narcotraficantes que tuvieron la benevolencia de dejarlo ir, luego de medio año apartado, con la promesa de que llevara un paquete al Perú y se lo entregara a una persona que ellos indicarían. A cambio él solo recibiría la libertad, y si intentaba huir lo matarían como una cucaracha.

Pasaron algunas semanas tortuosas para Sebastián recluido en algún lugar de la selva colombiana comiendo lo que le sirvieran y masticando su venganza. Durante el tiempo en que estuvo cautivo se imaginó que haría luego de llevar el paquete al Perú. Pensaba en llegar al Perú, entregar el paquete a la salida del aeropuerto Jorge Chávez y con las mismas salir en busca de dinero. Pensaba en regresar a Colombia y salvar a Carmen del yugo del mafioso de su esposo. Él había encontrado a lado de Carmen el alma de una persona a quien amar y defender hasta la muerte. Pero también sabía sus limitaciones atado en ese reducto cautivo donde se encontraba conviviendo con cucarachas, bichos y animales rastreros. Luego de pasar recluido medio año aprendió cosas relacionadas al narcotráfico, al uso de armas y a sobrellevar las golpizas que le propinaban muy de vez en cuando sus cancerberos. Cuando llegó el día en que lo embarcarían hacia su tierra, Perú, tenía la incertidumbre de no saber que llevaba en las maletas. Tenía dos tipos a su costado y quizás otros más por ahí resguardándolo. No podía hacer nada más que obedecer. La obsecuencia era una virtud en ese momento y él lo sabía muy bien. Lo embarcaron y estando en el avión no entendió de dónde sacó tanta actuación para que no le registraran las maletas al milímetro. Una vez sentado en el avión por fin pudo respirar y su piel se comenzó a erizar y a sudar frío. La aeromoza le preguntó si estaba bien y él contestó que sí, solo era un mareo propio de los viajes en avión. Sabía que de regreso a Lima, pasaría otras revisiones y no sabía si saldría airoso de ese detalle. En el avión sólo pensaba en Carmen, su mirada dulce y petitoria de protección y amor. Sabía que Carmen era una mujer subyugada al dominio diabólico de un monstruo que la custodiaba. No sabía que estaría haciendo Carmen, pero estaba seguro de que lo estaría extrañando tanto como él la extrañaba. Llegando al aeropuerto de Lima, sin mayor sobresalto que el de un dolor estomacal por el viaje logró salir del aeropuerto donde dos hombres lo interceptaron y le hablaron en clave para que les diera el paquete. Luego del intercambio Sebastián se alejó y desde la esquina de una terraza pudo ver como los tipos subían a un auto y lo miraban por el espejo retrovisor.

Una vez en su casa, a Sebastián lo recibieron con honores, su madre nunca se enteró del periodo de cautiverio ni de su infructuosa relación con Carmen y pensó que había terminado su post-grado en Colombia. Sebastián se hallaba fatigado pero no era un cansancio físico, era un agotamiento espiritual que lo perturbaba y lo hacía divagar en horas del almuerzo cuando se reunían su padre y su madre. Sus padres habían notado un cambio en Sebastián, se veía más intransigente a algunas cosas, se le notaba más nervioso y en algunos ocasiones irascible, se había tornado mas voluble a cualquier cosa y en ciertos ratos se abandonaba a la introspección en su cuarto. Su madre había encontrado en su habitación algunas botellas de licor y muchas colillas de cigarro tiradas en las esquinas de la habitación y no era difícil deducir que Sebastián tenía un problema muy grande. Luego de unas semanas Sebastián logró comunicarse con el único amor que había tenido en su vida. Ella se encontraba viviendo con su hermana en Bogotá y había vuelto a ver a su esposo quien la amenazaba con secuestrar a su hija. Sebastián desde el teléfono pudo percibir toda la frustración y desesperación de Carmen. Ella le dijo que la olvidara, que en Bogotá todo iba a estar bien y que sería mejor que él se alejara de ella ya que su esposo podría nuevamente encontrarlos y matarlo.

Sebastián no entendió razones. No se sabe de dónde sacó dinero para el viaje a Colombia, pero en unas horas Sebastián se encontraba arribando a la ciudad. Cuando encontró la dirección dónde vivía Carmen le ofreció vivir en Perú junto a su niña, que en Colombia corrían el riesgo de que su esposo los encontrase. Sebastián no terminaba de pronunciar la última frase cuando su esposo ingresó con su hija en manos. Con ironía saludó a Sebastián en presencia de la hermana y de la niña quien observaba la escena sin comprender nada. No entendía por qué Carmen le dijo que ella huía de él y cuando llegó lo encontró a él, entrando a la casa muy suelto de vergüenzas y con una mirada altiva y a la vez inquisidora. Sebastián no sabía qué hacer, la situación era sumamente tensa y hasta bochornosa. Carmen tenía el rostro pálido y se alcanzaba verla temblar. El esposo caminó lentamente por el pasillo que da a la cocina. En la sala había un silencio funeral. El esposo se acercó a Sebastián quien se encontraba rígido, lo miró y le hizo una sonrisa de mujer licenciosa. El esposo sacó un arma del gabán, e inmediato la tía agarró a la niña y se la llevó a fueras de la sala llorando y gritando como sintiendo el olor a muerte. Sebastián, sin el menor rasgo de pusilanimidad, decidido a todo por nada, adoptó una actitud tranquilizadora. Apretó la mandíbula y disparó contra la pierna del esposo. El esposo ahora yacía en el suelo retorciéndose de dolor, Carmen aterrorizada con el disparo, y Sebastián con la mirada iracunda de sentirse un asesino. Mientras el esposo estallaba en gritos, Sebastián le pateó la mano donde sostenía el arma y luego lo golpeó con tanta fuerza y odio que la sangre salpicó en el piso acre. Las paredes eran testigos de una furia contenida por muchos años, Sebastián estaba encolerizado y aparentaba ser un animal desquiciado, dando golpes certeros en la misma nariz y ojos, pateándole el dolor inmune, acariciándole el adormecimiento de tanto golpe. Todo esto sucedía ante la mirada perpleja de Carmen, quien no reconocía a Sebastián. Al fin, Sebastián dejó de golpear al esposo y miró a Carmen. La pasión se había transformado en terror. Carmen nunca pensó en el terror que vivía ahora, nunca se imaginó que Sebastián regresaría, ella vivía en una cárcel hecha por las atrocidades de su esposo, y nunca encontró una salida, hasta ese momento en el que su esposo se encontraba en el piso, indefenso ante ella y ante la ley. Pero eso no le importaba, ella nunca olvidó a Sebastián. Todas las noches pensó en él, en su figura de padre salvador, que acariciaba su espalda y bañaba en ternura sus noches de frenético amor. En Sebastián había encontrado, quizá, el amor imperturbable de un hombre cuando ama a su primera mujer, sólo con él había sentido un amor saludable que ahora veía transformado en un asesino torpe y loco de ira. Ella se imaginaba las torturas que había pasado cuando había estado recluido, sabía de que estaba vivo, pero que su vida había sido cambiada con algo de pólvora, cuchillas, puñetes, fierros y demás torturas. Ahora veía en él a un animal que había saciado su sed de venganza y que no tenía rumbo ni escapatoria. Sus ojos dilatados y las venas enarboladas daban la imagen de un loco que había encontrado la gloria en la sangre. Carmen no alcanzó a ver cuándo, pero el esposo llevaba como hace 5 minutos un cuchillo en la espalda y un charco de sangre se arrastraba bajo la inminente figura de un Sebastián furibundo. Sebastián salía de su enajenación cuando escuchó el sonido patético de las sirenas. Sebastián sentía la frustración de no estar en su patria, de encontrarse nunca más indefenso en la vida, a pesar que llevaba una pistola en el bolsillo y los casquillos de las manos ensangrentadas.

Luego del trance, la realidad era dura, había descuartizado las prepotencias de un hombre clavándole un cuchillo en la espalda, la mujer a la que él amaba lo había presenciado todo sin decir nada, sumergida en un espasmo solitario y de alogia que la dejó como una estatua sin creer lo que veía, y se encontraba él en medio de la sala con una pistola en la mano con las sirenas que ululaban las ventanas y sus piernas que languidecían poco a poco y en tal situación eran sus manos las que adquirían una fuerza indómita y explosiva. Los dedos que cogían la pistola estaban todas aferradas a ese pedazo de metal frío como la muerte misma. Sintió una tristeza incalculable, se vio como una basura, sin control de sí mismo, sin ningún orgullo, sin pasado feliz, y lo peor, le embargaba un miedo inexplicable a la vida, no veía ninguna salida excepto ésa. Se escuchaban los pasos apurados de los oficiales subiendo las escaleras, cuando el silencio de una horrible noche se sintió como nunca se había sentido. Un apagón, un desmayo, en el suelo se encontraba Sebastián y su amor hecho pedazos por una muerte ingenua y a la vez espantosa.

El fin de su vida se había dado en el amor de una mujer, un mundo sórdido de drogas y de crueldad que su madre nunca le quiso mostrar, ocultándolo del mundo pasional de las desventuras y la realidad misma.

viernes, 8 de febrero de 2008

Leer es estar adelante

La Responsabilidad social empresarial (RSE), entendida como la obligación y el compromiso que asume una empresa privada con la sociedad donde labora, ya sea en el plano local, nacional o multinacional; es, sobretodo, una manera de entender lo sofisticado del concepto de globalización que implica el rompimiento de barreras físicas coadyuvado por un desarrollo sostenible para sus respectivas regiones.

En el plano estrictamente educativo, tenemos una verdad ineludible y lacerante que restriega a nuestras más diversas aulas a nivel nacional que alcanzan niveles moderadísimos de comprensión lectora y habilidad matemática. El impacto de la educación en la sociedad es relevante y fundamental para dar el gran salto al desarrollo. El desarrollo de la tecnología se realiza, sólo y a través, del fomento de la investigación desde las bases del sistema educativo. Casos como Finlandia, India, Suiza, dan muestras de ello.

Una realidad que, lamentablemente, evidencia nuestro atraso educativo es el concepto de “analfabetismo funcional”; es decir la incapacidad para “querer” leer, que es muy distinta al poder leer. No se trata de aprender a leer y a escribir, para pasar a las filas de los alfabetizados y así mermar la “cifra” de analfabetos y de esta manera cumplir con un frío objetivo de desalfabetización. Las cifras son números, y las personas son más que eso: son comprensión, ingenio, imaginación, creativa, emprendimiento y valores. Son plausibles algunas propuestas en el plano educativo como la incorporación de los mejores alumnos del colegio para que se les eduque como futuros docentes altamente competitivos; o la evaluación docente; o la misma ley de carrera pública magisterial; pero no son estas acciones desarticuladas, que nada tiene que ver con un plan integral de educación, las que nos servirán para enrumbarnos a un futuro distinto.

En esa reducida realidad, se encuentra como estrella fugaz el proyecto de RSE del Banco Continental nombrado “Leer es estar adelante”. No importa si el insulso gobierno no tiene otro interés que el político, las empresas privadas también pueden cambiar el rumbo educativo (con la iniciativa y las alianzas), por ejemplo, a través de este proyecto que busca capacitar a más de 800 docentes para la elaboración de sus propios materiales de trabajo adecuados para la realidad a que se enfrentan, para buscar eliminar esos déficit de comprensión que oprimen a miles de alumnos.

Al margen del sentido que tenga la iniciativa de la empresa (utilidades a largo plazo), me parece rescatable la iniciativa tomada por el privado para virar la forma de cómo cultivar para cosechar. El nombre “leer es estar adelante”, aparte de ser un proyecto con metas y plazos, es una sana recomendación a todos los que pasamos horas en la televisión revisando la verborrea de Magaly, sin obtener nada a cambio mas que entretenimiento a nuestras mentes atormentadas de nimiedades. Esperemos que esta alianza estado-empresa ayude, de una vez por todas, de avanzar en esa realidad poco orgullosa de la que estamos.