miércoles, 25 de junio de 2008

Entre mentiras, salidas, y mujeres

EXAGERACIÓN Y EUFEMISMO

Hace mucho tiempo inicié la carrera desnudista por dar a luz y cultivar con entusiasmo este blog. Siempre tuve la idea de hacer un blog personal con cosas que me sucedían o me pasaban por la oscura y atolondrada cabeza. A pesar de nunca tener fama de buen escritor, no sé qué o quién motivo a que comenzara a publicar los mequetrefes post que ustedes, amigos lectores habrán tenido el infortunio de leer. Sucede que muchas veces todo lo que publico son cosas mías, raras veces escribo cosas que le hayan ocurrido al amigo del amigo, o la prima de la amiga de mi hermana; lo que sí hago a menudo, y muy concurridamente estos últimos días, es esconderme, disfrazarme, enmascararme, detrás de algunos relatos cortos y bulliciosos, tan fútiles como desatinados. Un ejemplo es el post anterior “Irvin y Segundo” (ver): ¿Quién soy yo? ¿Quién es el otro? ¿Así de idiota eras? Desde tiempos inmemorables el hombre ha tenido la necesidad de sustraer de su imaginación historias que lindan con lo real, muchas veces, pero que tienen cuotas de eufemismo así como de exageración. Así por ejemplo si en alguna historia mía yo diga “Ella dio la vuelta y echó a correr” no crean que literalmente ella solo atinó a hacer esa delicada retirada, mas bien crean en la medida de lo posible la traducción real de un discusión acalorada “Sabes que papito, eres un inmaduro que no sabe lo que quiere, ve a florearle a tu mamá”, en ese caso con los años que llevo de ser ridiculizado no soportaría aún más verme en la situación bochornosa de tener que transcribir literalmente lo que dice o sucede en ese momento. No es mentira lo que escribo, simplemente es una manera “bonita” de decirlo. Por otro lado, cuando me vea en una situación de por sí favorable, no tendré el mayor reparo de exagerar con un ápice de dramatismo e intriga una situación tal: “Pronto estuvimos embarazosamente juntos, envueltos en un halo de pasión, resquebrajados, frenéticos, con nuestros alientos que se golpeaban, con nuestros labios que se suturaban” (ver), que aunque tal situación podría describirse como “nos besamos como unos idiotas descontrolados” preferí hacer uso de la prosa contumaz que bizantinamente los tengo acostumbrados.

PERSONAL

Hace poco que estoy saliendo con una chica que hace mucho tiempo que no la veía, ella ha cambiado un poco, el tiempo ha sabido moldear su carácter y la ha convertido en una mujer muy hermosa. Mientras estamos caminando conversamos; ella me cuenta de su familia, su estudios, sus amores y finalmente me dice que está tranquila, bueno eso me tranquiliza. Nos reímos, nos reímos mucho. No saben el esfuerzo que hago por robar una sonrisa a una mujer. Yo soy un tipo muy aburrido, que si no está de humor puede hablar de su vida y terminar convertido en una ovejita que da saltos y saltos sobre una cerca. Bueno eso no sucede a menudo, pero en el fondo, chicas, soy un tipo muy aburrido y gruñón. Pero, eso sí muy fiel y cariñoso. Este espacio también debe merecer algo de publicidad personal, sino imagínense.

MUJERES

Soy una bestia, inhumano, despotricado, desalmado, que a veces no piensa en cómo se siente la otra persona. Así que discúlpeme usted señorita Angeles si me excedí con mi estoicismo, pero me sentí burlado, aunque las cosas ya estén aclaradas y vueltas a la normalidad. Pero lo que me llama la atención de este género tan introspectivo y misógino, es su valentía para bucear en los más oscuros sentimientos de su corazón. De por sí es difícil para una mujer hacer ejercicio de catarsis, pero lo que diferencia a la mujer del hombre es la voluntad de querer hacerlo. El hombre no recuerda con entusiasmo cuando una mujer lo dejó y por qué fueron las razones; prefiere olvidarlas y dejarlas en el pasado, a menudo obstaculiza ese fantasma del pasado cambiando de emisora cuando programan una canción que la hace recordar. Somos seres, lo admito, cada vez menos románticos; no por el hecho de que no las saquemos a cenar o les regalemos unas rosas, sino por el hecho de que repelemos, con hastío y displicencia, encontrarnos con nuestras emociones, es decir saber por qué ocurrió eso, saber cuáles fueron las causas y el problema central, aprender esa cosa que nadie nos enseñó y que solo se aprende entre caídas y trompicones, es decir de la cosa, como dice Ramazzotti, más evidente y preocupante. Aunque no gusto de las generalizaciones, “algunas” mujeres son más entregadas al sentimentalismo y la introspección, “algunos” hombres prefieren entregarse a las cervezas y el otro clavo. Lo siento por la crudeza, pero hay cosas que ni el eufemismo cura.

Hay una cosa que es paradójica, que al igual que cuando crecemos las dudas se hacen más grandes, cada vez que converso indefinidamente con una mujer me doy cuenta que las desconozco más. Finalmente, aunque corra el riesgo de hablar tonterías y luego ser acusado de prejuicioso yo creo que las mujeres tienen dentro de sus genes ese carácter furibundo y de odio total cuando son traicionadas, como todos, creo. Digo esto, a raíz de esta canción que siempre que la escucho en el carro me roba una sonrisa por el coro que dice más o menos así “Arranca nomás cholito, si no te saco la ¡CON…............ ciencia sucia.”(Aunque no tenga los mayores gustos por la cumbia, esta canción la creí oportuna. Pinchen aquí para ver el video).

Saludos, nos vemos pronto.

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sábado, 7 de junio de 2008

Cosas que yo desconozco, y que tampoco me interesan

Hoy me senté a escribir “algo”. Disculpen la soberbia pero no resultó como esperaba. Soy muy escrupuloso, a veces, así que he arrancado de mi cuaderno viejo y amarillo de cuentos un pequeño relato de dos hombres (Irvin y Segundo). Dos hombres del pasado- muy especiales y muy comunes a la vez- y sus vicisitudes en lo que ellos llaman “el negocio”, son el recurso acabado y tosco de estas hojas que tengo en mano:

Hace muchos años, allá por los tiempos en que Confucio fumaba opio, Irvin y Segundo pasaban horas interminables tocando la guitarra al frente de la bodega de la mamá de Irvin. Este instrumento musical les valía de excusa para estar juntos hablando de “el negocio”, que era así como ellos llamaban a la carrera presurosa e inagotable por conquistar primero a una hija de Eva. Obviamente Segundo no quería sugerir con su nombre su desempeño en estos gajes, así que siempre estuvo muy por delante de Irvin tratando de conquistar a cuánta bella cosa conocía. Martha conocía a Segundo desde hace dos años, la forma cómo se conocieron la verdad, la desconozco, aunque hablan en las calles, que Segundo contó una única vez la forma cómo conoció a Martha. Dicen que Segundo, contó, que él frecuentaba la juguería del Sr. Gabrieles, papá de Martha, donde ella ayudaba a atender en las mañanas, era tan habitual su presencia en la juguería del Sr. Gabrieles que el mismo Sr. Gabrieles comenzó a sospechar de que la presencia cotidiana y religiosa de Segundo, no era, necesariamente, por sus jugos. El caso es que un día cuando el Sr. Gabrieles salió a ver unos pedidos, Segundo se acercó al mostrador y le preguntó, timorato y ligero, a Martha -¿Cómo se prepara un surtido?-. A Martha le pareció tan graciosa la pregunta como la forma en que lo hizo, así que comenzaron a hablar sin límites hasta que llegó el Sr. Gabrieles y Segundo tuvo que pagar la cuenta y retirarse, pero todo esto no tiene nada de importancia sin Irvin quién una vez regresando de la escuela encontró a Segundo parado como una estatuilla en la puerta de Martha, Irvin quiso confirmar los rumores que iban y venían, sin permiso, por la calle, así que le preguntó a Segundo qué hacía, y éste no pudo hacer otra cosa que decirle la verdad, es decir, decirle que estaba esperando a Martha para conversar. No terminaba la argumentación cuando el crujido de la puerta de madera anunció la salida de la bella Martha. Segundo presentó Martha a Irvin. Entre los tres, primero tímidamente pero luego laxamente, se entrelazó una amena plática. A Segundo le fastidiaba el hecho de que Irvin le resultara tan ameno y familiar a Martha, así que en su afán de desprestigiar a Irvin, ayudó a que Irvin sumara algunos puntos importantes con Martha.

Llegó el cumpleaños de Roxana, una de las primeras fiestas de verano, y tanto Segundo como Irvin asistirían. Irvin se presentó temprano, lucía encantador, tenía el cabello para atrás y una camisa que dejaba notar su definida clavícula y su macizo pecho juvenil. Disculpen ustedes, pero en el otro extremo estaba Segundo quién había tenido la grandiosa idea de llevar unos anteojos oscuros, un pantalón sobradamente holgado y un tanto de acné en la frente. Quizá sí, quizá no; no se sabe si Segundo se enteró, pero Irvin, aparte de bailar durante largas horas con Martha, la sacó, no a bailar, sino al patio de la casa de Roxana y el resto es fábula o verdad, pero muchos dicen que Martha e Irvin se entendieron desde el primer momento que se vieron. Yo no sé. ¿Quién sabe, en realidad, las cosas de los otros? yo por ejemplo soy un mitómano, pero quién me cree.

Una tarde, en casa de Segundo, se encontraba él e Irvin jugando play station. El partido estaba muy tranquilo, parco en carajos, mierdas y mares para ser una final de un mundial: Francia vs Brasil. Irvin no narraba la secuencia del partido como de costumbre y Segundo no hallaba la forma de ingresar al área chica con Zidane, driblear a los defensas, llevarse al arquero y gritarle en la estólida cara de Irvin, quién como decía tenía un concho de estupidez debajo de su pedestre cabellera castaño oscuro. El empate no se hizo esperar, como tampoco el rompimiento del cristal del silencio –Segundo, ¿recuerdas que te hable de Edith?- preguntó con pesadumbre Irvin –Resulta que he tenido unos malentendidos con ella y necesito que me hagas un favor- explicó Irvin, con la mirada a un costado. Irvin tenía una carta bajo la manga, la cual entregó con parsimonia a Segundo, quién prometió entregársela ya que Edith era compañera suya. Hasta ese día Edith había representado, para Segundo, un minuto más a la hora de pasar la lista de asistencia en horas de clases, sin embargo tenía que acercarse a ella, hablarle y entregar la susodicha carta. Edith tenía una mirada adormecedora y un asonrojamiento que volvía loco e idiota a cualquiera, como el mismo Segundo decía. La primera vez, Segundo fue inmune a los encantos de Edith, ya que se trataba de la mujer de quién estaba enamorado Irvin y que tanto era el efecto en él que había dejado de ser el mismo, el play station era unos puntos medianamente coloridos que se movían de un lado para otro mientras un imbécil a su costado gritaba “¡¡Goool, golazo, huevón!!” cada minuto. Irvin estaba enamorado, quizá, pero en ningún momento Segundo pensó en quedar “primero” con Edith, en “los negocios” de los amigos uno no podía ingresar.

La segunda carta que Segundo le dio a Edith estuvo acompañado de una conversación privada algo extensa a la hora del recreo; además pronto las cartas y las conversaciones se volvieron más seguidas. Cuando Irvin preguntaba cuál era la respuesta, cuál era la reacción, Segundo no tenía nada en manos y menos en su mente. Segundo un día se armó de valor y confesó, a su entrañable amigo, lo que siempre debió confesar, acompañado de un quechua protocolar y poético –Wayq’ey, mana kuyana!(*), Edith no quiere saber nada de ti, que te olvides de ella-. Segundo fue sincero en “lo que dijo” Edith, sin embargo omitió “lo que hizo” con Edith, cosas que yo desconozco y que tampoco me interesan.

(*) Hermano mío, indigno de amor.

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martes, 3 de junio de 2008

El aire que respiramos

Ese aire ralo, venenoso y compartido, es el agonizante testigo de nuestras más aberraciones y absurdos. Una tarde de Junio lo vi gimoteando como un hombre, dándose fuerzas como una planta que se resiste a quebrar; estaba desairado, con la mirada pegada al mordaz suelo de nuestro mundo; estaba inusual, patético, miserable: todos lo juzgamos como quién busca un culpable, nadie acepta su complicidad. Con algo de fuerzas para establecerse, se sentó al frente de la acera y no pudo evitar ver el asalto, con arma y violencia de por medio, a la Sra. Sánchez. Desde la azotea que rodea un vecindario, en San Martin de Porres, juzgó cómo una mujer era abusada por dos hombres ebrios en la oscuridad e infinita noche. En Guayaquil, desde la esquina lúgubre e indecente de una habitación soslayó el maltrato del Sr. De la Hoz a Rodolfito, su hijastro. Vigiló y contó, con precisión y asco, las trescientas veintidós veces en las que Úrsula probó de de ese otro aire que la deja feliz y liberada. Pegado a la puerta de una oficina en La Paz escuchó las mafias que se refocilaban en la corrupción de la construcción de un colegio y un albergue para niños menesterosos; pero lo que más lo dejó derrumbado y desahuciado fue advertir la ciclópea y fétida cifra de dinero que se gastaba en armas nucleares y de destrucción, las inversiones en defensa, y los esfuerzos, cada vez más insostenibles, por destruir(se). Ese aire cada vez más muerto y menos fuerte, no es así por causas propias; lo ajeno sucumbe y ahoga sus fuerzas, y destroza la moral y salud de una sociedad que lo respira con lascivia, indiferencia y codicia.

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