miércoles, 16 de enero de 2008

Los extraños gustos del tío Cleto

Los Olivos (Mz. 32 lt. I), mayo del 2001

Recuerdo que un día la vecina de al lado que tenía poco de cuerda, vino pidiendo un champú a las 6 de la mañana. Esto no tendría nada de extraño si es que venía con algo de ropa encima, lamentablemente (afortunadamente para el tío Cleto), llevaba vestida solo un short muy pequeño que dejaba ver sus inacabables estrías y un camisón grande entreabierto (quizá de uno de sus amantes de turno). La vecina de al lado era una señora de aproximadamente 48 años, de personalidad ladillosa, maldiciente, y necia hasta los tuétanos, que al parecer nunca había tomado un baño de sol, ni mucho menos hecho una sesión de footing; en pocas palabras ver a la vecina de al lado en esas condiciones era un castigo a los ojos de cualquiera que no tuviera los gustos extraños y estrafalarios del tío Cleto, que había salido a contestar una llamada a la vereda disque porque no había señal adentro de la casa. El tío Cleto estaba casado con la tía Rosa (la menor de las hermanas de mi viejo), y desde antes de casarse, el tío Cleto había demostrado ser un donjuán. Luego de casarse yo notaba en él una suerte de resignación a vivir atado a una mujer por mucho tiempo (no digo el resto de su vida). El tío Cleto era el típico hablador de polladas, conversador hasta sus narices, y polémico comentarista deportivo. Tenía una pasión empedernida por el alcohol y eso lo demostraba su paquidérmica figura.

Como decía, la susodicha señora, llamémosla Sra. "O" (por llevar esa letra un parecido con su impactante figura) solicitó un champú de reciente salida al mercado (quizá pensando lucir como la nada parecida a ella chica del comercial luego de bañarse con ese champú). Al ver que no tenían el champú que ella quería salió del local gritando vituperios acerca del stock de la tienda. Se fue a la tienda de la espalda (igual con su minishort y el camisón de hombre que tenía puesto); desde luego el tío Cleto, no pudo resistir a la inusual pasarella que se exhibía en el barrio y salió a tomar aire un rato. La tía Rosa se percató de la ausencia de su esposo y preguntó:

- Dónde está Cleto!-

- Se ha ido detrás de la vecina calata- puntualizó la abuela.

- Ahora va a ver ese malnacido.

Repentinamente el tío Cleto apareció como por arte de magia.

- Dónde te habías metido- preguntó con rabia la tía Rosa esperando de antemano alguna mentira espontánea considerada lo suficiente estúpida para mandarlo al diablo.

- Fui a comprar pan- contestó sereno, como siempre, el tío Cleto.

- ¿Pan o panetón?- siguió la tía Rosa.

La abuela, que presenciaba el interrogatorio desde el mostrador, subió a su cuarto dejando a los esposos esbozar diferencias en torno a las repentinas e inusuales compras de pan, aun cuando el tío Cleto detestaba el pan, pues encontraba más rico y nutritivo un buen tacu tacu o un calentadito de loquesea en el desayuno.

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2 comentarios:

A las 16 de enero de 2008, 19:19 , Anonymous Anónimo ha dicho...

jajaja!! lo maximo amigo!!.. y el tio Cleto existe??? uyy que ni se entere q estas publicando sus intimidades.

 
A las 18 de enero de 2008, 18:47 , Anonymous Anónimo ha dicho...

tio cleto,,, de donde scaste ese nombre,,,,jaja,, q buena,,,pero q fue en el momento q no estuvo en casa, hasta q regreso ?????,,

 

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